Esperanza se fue una obscura noche de invierno. Se acerco a mí, callada. Tomo mi mano, me estrecho con fuerza, besó mi mejilla; era fría como la muerte, tan pálida y menuda como siempre, tan frágil...tan mía.
Vi como tomaba sus maletas y salía sin titubear de la puerta de mi vida.
Anunciaba lo que ya ambos sabíamos, que ella no podía quedarse más y que yo...Yo no podía vivir sin ella.
No sé como enfrentar la nada, no sé como es estar si tu no estás.
Todas mis posibilidades se reducen a las tinieblas, no veo con claridad.
Regresa, Esperanza, suplico desde lo más hondo de mi ser, le lanzo al cielo un grito ahogado, desesperado porque no piensas volver.
Regresa, desde donde estés, uno no es nada y nada es lo que es.
Regresa, que no ha ni quedado tu nombre, para engañarme y decirme que vendrás alguna vez.
miércoles, 29 de julio de 2009
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